Proponemos la mirada pedagógica del ideario Franciscano, que nos recuerda que ante Dios somos únicos e irrepetibles. De esta manera los docentes deberán observar en profundidad la mirada de Dios en el otro y ayudar a los alumnos a qué den luz a esta mirada. El que puede mirar es capaz de descubrir entusiasmarse y participar.
Proponemos una pedagogía en dónde los docentes, alumnos y toda la comunidad educativa se encuentren en momentos de cercanía y amabilidad, que promuevan la perspectiva de percibir al otro como un hermano y no un rival, dando lugar a actitudes de hospitalidad y solidaridad.
Un ambiente donde el otro es mi hermano da espacio a una pedagogía de la alegría y la celebración, en la que se presenta a Dios despojado de solemnidad, mostrándolo desde su propia verdad, que es vida, luminosidad, plenitud y alegría.
Tomamos la vida cotidiana como un lugar de aprendizaje ya que la educación, la formación y la maduración son una tarea de toda la vida. Mas que la transmisión de saberes nos importa que los alumnos aprendan desde, por y para la vida misma.
Los Centros Educativos Franciscanos buscan dar respuesta a los alumnos en su situación socio-económica y cultural y deberá descubrir estos elementos para darles forma y fortalecerlos como base de futuros aprendizajes. Fomentamos la sensibilidad frente situaciones de vulnerabilidad e injusticias que surjan dentro de la comunidad y el entorno social, lo que implica un estilo pedagógico desde y para la solidaridad.
Atender a alumnos con mayor dificultad, es crear estructuras de apoyo, grupos de recuperación, acompañando a quien lo necesite y ofreciéndole estímulo y contención.
El pensamiento franciscano conlleva a ver el mundo como cálida morada del hombre, por lo cual es primordial vincularse con la naturaleza y cuidarla, evitando acciones que la exploten o la destruyan.